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Leido por ahi, encuentro archivado en mis notas este resumen que como estoy de acuerdo con el , y sin saber quien era el autor, publico aqui, porque a veces me llaman ciertos responsables de marketing y de algunas marcas, que se creen bien informados y ‘al cabo de la calle‘, y me preguntan por mis metricas en Instagran, una red social que probe en sus comienzos y rapidamente abandone aunque conservo la cuenta (no se bien para que .. ) .
Casualmente encontre despues de publicarlo que es un texto de un amigo , de Enrique Dans, publicado hace tiempo , lo habia guardado sin identificar y hoy he visto quien es el autor .. ‘Al Cesar lo que es del Cesar‘ … y a Dans lo suyo tambien ! !
«El problema surge cuando, a raíz de su fuerte crecimiento, Instagram pasa a una fase de fortísima instrumentalización. En un espacio de tiempo relativamente corto, Instagram se mercantilizó hasta el límite, y sobre todo, perdió todo atisbo de autenticidad.
Las herramientas parasitarias excedían de manera burda lo que la propia Instagram ofrecía como business tools, como si un uso corporativo no pudiese ser compatible con un entorno socialmente genuino.
La compra de followers se convirtió en moneda común, del mismo modo que lo hicieron los esquemas de follow/unfollow o el uso de bots y herramientas abiertamente parasitarias como Instagress o Archie para obtener más seguidores.
Instagram se convirtió en un entorno tóxico en el que todo estaba justificado con tal de llegar a la página inicial: collective accounts, comment pods, círculos de supuestos influencers que no eran más que simples mercenarios… cuando Instagram quiso reaccionar a semejante instrumentalización, a tanta basura absurda, se había convertido en una caricatura de sí misma, en un ecosistema completamente viciado e irrespirable que generaba auténticos monstruos, una parodia de lo que debería ser un entorno social sano.
Los cierres de Instagress o de Archie, forzados por la propia Instagram a partir de escándalo iniciado por la “salida del armario social” de la instagrammer Essena O’Neill, no arreglaron la cuestión: simplemente, aparecieron otras herramientas similares, que determinaron que el trabajo de Instagram de localizar esos bots se convirtiese en casi detectivesco, en un contexto en el que la función de la red social ya se había pervertido, y muchos ya no concebían la idea de estar en ella sin inflacionar sus desmesurados egos a base de bots y herramientas similares.
La caída de Instagram en este proceso, ha tenido un coste incalculable en términos de credibilidad, ha tenido muchos elementos comunes con casos anteriores como el de Twitter, en el que la compañía se mostró incapaz de contener determinados fenómenos que terminaron por convertirse en fundamentales en su percepción y propuesta de valor.
Entre tener una red interesantísima para mantenerse informado, y un entorno completamente tóxico y falseado a base de bots y parásitos similares va una distancia, en en mundo de lo social, muy pequeña.
Es tan sencillo como lo que permites que se desarrolle o no sobre tu plataforma. La frontera entre permitir un uso razonable que fomente la creación de contenidos, y convertirse en un “vale todo” donde todo es falso y podrido es muy fina, y no ha habido, por el momento, redes sociales que la hayan sabido manejar bien.
En el caso de Instagram, sin una acción clara y contundente que elimine todos los fake followers, castigue a quienes los usen y elimine a los reincidentes, o penalice todo intento por subvertir el correcto funcionamiento de la plataforma, no habrá ninguna posibilidad de salir de la dinámica actual, de un proceso que yo denomino “corrupción social”, equivalente a un cáncer, a una podredumbre.
Y el problema, una vez más, no vendrá de las acciones de Instagram, sino de su inacción: de su incapacidad por prevenir y entender el funcionamiento de la naturaleza humana. Una fuerza que, sin límites ni restricciones, es capaz de destruir y convertir en completamente insostenible cualquier propuesta de valor.»
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